El crecimiento en la fe es un proceso, nadie tiene fe desde el principio. Según nos dice Pablo en la epístola a los Efesios. “Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios” Efesios 2:8. Queda claro que la fe no es algo que podamos crear nosotros, ni siquiera es nuestra, Pablo nos dice que es un don de Dios, un fruto del Espiritu.
Luego de que hemos recibido a Cristo como nuestro Señor y Salvador y hemos nacido de nuevo, ahí verdaderaemnte empieza nuestro caminar en la fe.
Si no nos alimentamos de la palabra de Dios, no podemos crecer espiritualmente. La parabola del crecimiento de la semilla nos deja bien claro este tema. “Decía además: Así es el reino de Dios, como cuando un hombre echa semilla en la tierra; y duerme y se levanta, de noche y de día, y la semilla brota y crece sin que él sepa cómo. Porque de suyo lleva fruto la tierra, primero hierba, luego espiga, después grano lleno en la espiga; y cuando el fruto está maduro, en seguida se mete la hoz, porque la siega ha llegado.” Marcos 4:26-29.
La fe es algo que como cristianos debemos cultivar. Siguiendo con el ejemplo de las semillas, cuando siembras en tu quinta, tú no tienes control sobre si realmente van a crecer o no. Dependes completamente de que Dios haga que tus semillas se conviertan en los vegetales que estás esperando. Pero esto no significa que tú no puedas hacer nada y simplemente tengas que esperar lo mejor. Hay acciones específicas que puedes controlar para hacer que sea más probable que Dios haga que tu semilla crezca, aunque estas acciones no forcen la mano de Dios para hacer que crezcan. No podemos hacer que nuestra fe crezca de la misma manera en que no podemos hacer que una semilla se convierta en una planta. Pero podemos ponernos en la tierra adecuada, en el tiempo correcto, en la forma correcta, y esperar que Dios envíe el sol y la lluvia (por decirlo de alguna manera) que causarán que nuestra fe crezca.